viernes, 30 de abril de 2010

EL JOVEN MURILLO


El pasado domingo me encontraba en Sevilla y me escapé a ver la exposición El Joven Murillo (en el Museo de Bellas Artes hasta el 30 de mayo) justo antes de regresar a Madrid en el AVE. La exposición permite descubrir al joven Bartolomé Esteban Murillo (1617-1681), a través de casi cuarenta obras que han llegado a Sevilla procedentes de museos de todo el mundo: Munich, París, Colonia... Es una ocasión magnífica para descubrir al Murillo menos conocido. Mi padre decía que al pintor sevillano le habían hecho mucho daño las estampitas de bautizos y comuniones que nos muestran sólo a niños angelicales y dulzones con el "estilo vaporoso" que caracteriza a Murillo y del que hablaba nuestro historiador Céan Bermúdez. Murillo es mucho más que esto y si no, observad la pincelada vibrante y la mirada penetrante de la Vieja con gallina y cesta de huevos (hacia 1645) de la Alte Pinakothek de Munich. El virtuosismo de Murillo y su detallada observación de la realidad me dejó inmovilizada frente al cuadro.

Gracias a esta exposición, podemos entender mejor el ambiente en el que se formó Murillo en el taller del pintor local, Juan del Castillo. Descubrimos la influencia que recibió de Zurbarán, Roelas o del propio Velázquez. Pronto se empapó también de las pinturas de José Ribera y de otros pintores italianos y flamencos que llegaban a Sevilla gracias a un activo mercado artístico local. Todo este aprendizaje le llevó a pintar cuadros como los del Claustro Chico del hoy desaparecido convento de San Francisco y que se muestran también aquí.

Los comisarios estructuran la exposición en secciones, ordenando las obras por criterios cronológicos, pero también de procedencia o iconográficos y sitúan el final de la etapa de juventud de Murillo en su obra la Visión de San Antonio (1655) de la catedral de Sevilla, cuando el pintor ha consolidado ya su técnica y empieza a realizar su obras de madurez. ¡Os animo a todos a que vayáis a verla y a que la disfrutéis tanto como yo!



Diana Carrió-Invernizzi

sábado, 17 de abril de 2010

EL IMPRESIONISMO. UN NUEVO RENACIMIENTO.

Viernes por la tarde. Acudimos a la Fundación Mapfre, en Madrid, después de haber comido rápidamente para ver la exposición "Impresionismo. Un nuevo Renacimiento". Iba avisada: las colas podían ser largas. Pero me dije: no será para tanto... Pues bien, casi tres horas estuvimos haciendo cola para ver una de las exposiciones con más éxito en Madrid este año. Y yo me preguntaba con algo de amargura: ¿por qué arrastrarán tantas masas los impresionistas? A veces pienso que resulta hasta sospechoso tanto consenso sobre la belleza sin fin de sus cuadros. Sí, gustan a todos, y si no, preguntaos: ¿a quién no le encantan los impresionistas? Hay bellezas más difíciles de apreciar, sobre todo en un principio, pero suelen ser después muy gratificantes. No es el caso, sin duda, de la pintura impresionista, tan llena de vitalidad y de una alegría contagiosa que nos invade al minuto de plantarnos frente al cuadro.

La ocasión de ver en Madrid obras cumbre del Museo d'Orsay de París no nos decepcionó. Contemplar El columpio de Pierre-Auguste Renoir, por ejemplo, bien vale una cola kilométrica. La exposición podrá verse hasta el 22 de abril en la Fundación Mapfre, Instituto Cultura (Paseo de Recoletos, 23). Animaos a ir todos antes de que finalice. Todavía no hemos estudiado el Impresionismo, ¡pero ésta es una buena ocasión de introducirnos en él!

Esta exposición ofrece un largo recorrido a través de la pintura francesa para explicar cómo convivió el Impresionismo con otros movimientos (como el realismo de Courbet, el academicismo de Bouguereau o el simbolismo de Moreau) que surgieron en un momento difícil de la historia de Francia, tras la guerra franco-prusiana (1870-71) y los sucesos de la Comuna de París (1871). Vemos a los impresionistas en su contexto. Pintores como Pierre Puvis de Chavannes consiguen pronto el reconocimiento del Salón de París, mientras los impresionistas padecen el rechazo inmediato de la Academia. A medio camino, Édouard Manet, líder de los impresionistas aunque nunca expusiera con ellos, se esfuerza por ocupar un lugar en el Salón de París. La exposición hace el debido hincapié en la trascendencia de este pintor, que protagoniza una recuperación de la pintura española del Siglo de Oro, tomando a Velázquez, pero también a Goya, como indiscutibles modelos a seguir. El Pífano de Manet aúna de manera brillante el recuerdo español con la modernidad técnica.

La exposición se muestra más interesada en enseñar la influencia española sobre el Impresionismo que otros aspectos como el orientalismo o la influencia de la fotografía. El cuadro Un taller en Batignolles (1870) de Henri Fantin-Latour nos muestra a todo el círculo de jóvenes pintores: desde Manet, a Monet, Bazille o Renoir, acompañados de Astruc o Zola. La estación de Saint-Lazare (1877) de Monet permite comprender muy bien cómo los impresionistas hicieron de la captación de los efectos atmosféricos una prioridad en su particular renovación del lenguaje pictórico. Se ha repetido hasta la saciedad que fueron los primeros en pintar a plein air. Pero allí no reside su novedad (ya lo habían hecho muchos otros pintores en el pasado), sino justamente en la pincelada vibrante que persigue reflejar los efectos de la luz en la naturaleza, en los objetos, en el agua, como nos enseña Cézanne en su maravilloso Puente de Maincy (1879), muy preocupado también por la solidez de los volúmenes.

No dejéis de ir a verla pero, eso sí, cargados de paciencia y con un buen libro que amenice la espera. ¡Buen fin de semana a todos!

Diana Carrió-Invernizzi

domingo, 11 de abril de 2010

La imagen sagrada, una cuestión a debate


Esta semana, coincidiendo con la apertura del módulo de la Edad Media, hemos inaugurado en el aula el debate sobre una lectura: el libro de Juan Carmona Muela, Iconografía Cristiana (Madrid, Akal, 2008). Es un libro instrumental que os proporciona las claves para intepretar la iconografía cristiana. No quiero centrarme aquí en la extensa guía iconográfica que constituye la parte central del libro. Quiero en cambio llamar vuestra atención sobre el primer capítulo del libro ("Las imágenes sagradas en el cristianismo: origen y sentido").
Carmona explica cómo el Cristianismo, desde sus orígenes, se debatió entre el uso de la imagen sagrada o el rechazo a la misma, por un deseo de distanciarse del paganismo idólatra. La aceptación de la función docente de la imagen (educaba a los analfabetos) llevó a sus defensores a postularse en favor de un férreo control sobre quién pintaba y cómo lo hacía, para evitar posibles desviaciones del dogma. Ésta ha sido en buena medida la historia del arte cristiano. El Concilio de Trento marcó un hito en este camino. Recordaréis que Veronese fue llevado ante el Tribunal de la Santa Inquisición por no ser fiel a las Escrituras con los elementos anecdóticos con que había pintado su Última cena para los dominicos de San Juan y San Pablo de Venecia (1573). Y no fue el único.
Esta lectura nos recuerda además que hay que estudiar la Historia del arte como la historia de los usos (y no sólo de las formas) que han tenido las imágenes a través del tiempo. Este enfoque nos puede ayudar mucho a entender el cambio de mentalidades a través de la Historia. Lo expresa con estas palabras Carmona: "Olvidar las circunstancias en que se gestó una obra de arte es olvidar su sentido y su significado y arrebatarle la principal función que tenía: comunicar y enseñar" (Carmona, p. 35).
¡Buena lectura a todos!
Diana Carrió-Invernizzi

lunes, 5 de abril de 2010

Museo de la Semana Santa de Crevillente






Dadas las fechas en las que estamos, me ha parecido interesante acercaros un museo que, a pesar de la cercanía geográfica, descubrí hace muy poco. Se trata del “Museo de la Semana Santa de Crevillente”. Este museo, inaugurado en abril de 2005 y diseñado por los arquitectos crevillentinos D.Enrique Manchón y D.José Antonio Maciá, alberga 24 de los 32 pasos procesionales de la Semana Santa crevillentina, distribuidos en cuatro plantas.

El museo ha sido financiado en su totalidad con recursos locales. El Excmo. Ayuntamiento de Crevillente y la Cooperativa Eléctrica San Francisco de Asís han cedido el inmueble, por un periodo de 50 años, a la Federación de Cofradías y Hermandades para que gestione el Museo.

Los pasos se distribuyen en orden descendente (debemos comenzar por la cuarta planta e ir bajando) y respetan escrupulosamente el orden de los acontecimientos que vivió Jesús en sus últimos días, según las Sagradas Escrituras. Además, cada planta está rodeada por balcones, lo que permite observar las imágenes desde diferentes perspectivas.

Casi totalidad de los pasos procesionales son obra de prestigiosos artistas de la Comunidad Valenciana, entre los que destaca, por su antigüedad Antonio Riudavets (siglo XIX) y más recientemente Mariano Benlliure, junto a otros escultores como Carmelo Vicent, Geriqué Chust, Juan García Talens o su hijo García Yúdez y Fco. Pérez Figueroa entre otros.


Entre las imágenes más destacadas está el Cristo Yacente de Mariano Benlliure (1946), que ha atraído a numerosos expertos, por su belleza y realismo. Os animo a que visitéis este museo, aunque sea de forma virtual, a través de www.semanasantacrevillent.com