domingo, 23 de enero de 2011

Museo de las Cuevas de Altamira.


Navegando por Internet esta tarde he ido a parar a un museo que me ha llamado mucho la atención. Es el museo de Altamira. Quizá nunca le había dado importancia a uno de los descubrimientos mas importantes y significativos que ha tenido el arte. El arte rupestre en el paleolítico y cómo se manifestaba.


El visitante podrá conocer cómo era Altamira hace unos 15.000 años. En las distintas salas del museo podremos observar una exposición amplia sobre la vida cotidiana de Altamira, de sus costumbres y el arte introducido en el Paleolítico Superior.



Actualmente se encuentra una exposición temporal sobre La escuela de Altamira y La capilla sixtina del Arte Nuevo. Esta exposición nos muestra los vínculos que existen entre el Arte moderno y Altamira.

El museo también dispone de una amplia Biblioteca donde podremos encontrar numerosos libros, documentación gráfica, fotografías y planos que pueden ayudar a cualquier investigador a conocer los pequeños y grandes detalles que se cernían en Altamira.

Viaje a Grecia.


Siempre había soñado con visitar Grecia. Es una de las culturas que siempre me ha atraído. Y por fin este año me decidí a realizar junto a mi pareja uno de mis sueños. Después de estar cinco días volví con ganas de saber aún más sobre aquel país. Diez horas diarias me podía pasar perfectamente visitando ciudades, lugares históricos y aprendiendo más y más sobre los griegos.

Cada dos calles te podías encontrar con algún tipo de escultura, estatua, o tributo a algún héroe o personaje histórico griego. Pero si algo me llamó la atención fue la Isla de Creta.




Estuvimos en una isla llamada Spinalonga, que su historia es bastante curiosa. Fue una de las islas con mayor nivel de seguridad de todo el archipiélago griego. Estaba en medio del mar y de ahí salían hacia Creta la gran mayoría de los bienes que abastecían a esa isla en cuanto a artilugios de herrería y carpintería. Hoy en día una parte de la isla se encuentra sumergida en el agua del mar, y es francamente bonito observar desde la orilla y dirigiendo la mirada hacia el agua, ver la distribución de algunas calles y las estructuras de las casas. Se ve como la isla se va sumergiendo poco a poco dentro del mar y acaba por desaparecer.
Pasa demasiado rápido el tiempo cuando estás haciendo cosas que te gustan y siempre te quedas con ganas de más. No descarto volver algún día y seguir viendo y visitando lugares. Quizá no visité ningún sitio donde pudiese empaparme del arte griego, pero si que es cierto que cada imagen que ves de algún lugar te hace viajar en el tiempo y meterte en la piel de esta civilización que tanto a dado a la historia. ¡¡Si tenéis la oportunidad os recomiendo que la visitéis!!

lunes, 17 de enero de 2011

Rubens en El Prado: el uso de la imágen

-Por Guillermo Rosés
El interés del Museo del Prado ha sido el de reunir en una sola exposición el mayor número posible de obras de Rubens (1577–1640), brindando así a sus visitantes una oportunidad poco frecuente de contemplar una amplia reunión de sus obras, la mayor disponible en este momento, empeño digno de alabanza si tenemos presente que hablamos de un prolífico artista de cuya obra dispersa por el mundo se conservan más de mil quinientas piezas, tal y como nos da a conocer el museo, realizadas gracias a su destreza con los bocetos en color, que sus ayudantes trasladaban a las telas para que el artista las concluyera.
Si durante la Edad Media, se había atribuido a la pintura religiosa una función didáctica con la que extender el conocimiento de las Sagradas Escrituras a los iletrados y con ello fomentar el cultivo de la fe, el belga Rubens supo hacer un uso alternativo de la imagen para las relaciones internacionales, aprovechando las oportunidades que le brindó la época en la que vivió, el Barroco, y de sus circunstancias y conflictos, uniendo a su talento artístico, un específico interés comunicativo de la obra.
De espíritu inquieto, políglota, de carácter afable, coleccionista de cuadros, esculturas y libros y viajero que frecuentó las cortes europeas recibiendo encargos de ellas, pintor favorito de Felipe IV, llevó en no pocas ocasiones la mitología a la escena de sus cuadros, con un afán de representación simbólica.
Sin afiliación a ninguna escuela concreta, permaneció fiel a su idea de que en pintura, uno se debía dejar guiar por el impulso de sus propios gustos, lo que le impidió reducir su actividad a una sola temática o especialidad concreta, interesándose además de por la mitología, por los temas religiosos, por los paisajes y por dos cuestiones de gran importancia: la historia y el retrato, motivos estos que unidos a su desempeño como diplomático al servicio de nuestra Monarquía, nos ayudan a desentrañar la capacidad del maestro para intervenir en los entresijos de la diplomacia europea del momento.
Rubens, que había bebido en su juventud de las fuentes del arte italiano más sobresaliente del comienzo del XVII –Carracci y Caravaggio-, fue reconocido en Flandes como indiscutible maestro a su regreso de Italia, cuando contando con treinta y un años, comenzó a mostrar en esa parte de Europa su particular modo de trasladar al lienzo el tratamiento de la luz, los colores y el movimiento tan característico de su pintura.
Con esta ambiciosa exposición de El Prado, quienes residamos en Madrid o podamos visitar estos días la ciudad, tenemos al alcance de la mano la oportunidad de comprobar su versatilidad y su desenvoltura en el trazo y uso de la luces, ocasión que por su atractivo no debemos dejar escapar.

lunes, 10 de enero de 2011

GIOTTO





“Giotto fue de tan excelso ingenio que con el punzón y los pinceles reprodujo tan exactamente las cosas de la naturaleza, que su obra no parece imitación, ino la natura misma; y a tanto llegó su arte, que muchas veces los hombres se equivocaban, estimando por real lo que era artificio de la pintura” (Boccaccio, Decameron, 1350).

Nos dice Gombrich que para los italianos comenzó una época nueva en el arte con la aparición de Giotto, y que su arte cambió totalmente la idea de la pintura en Italia en el siglo XIV, sobre todo en Florencia.

No sé si tendrá que ver con que mis intereses fueron siempre más por el lado de las ciencias, pero a mi Giotto apenas me sonaba como un pintor cua

lquiera; o quizás sea el hecho de que a nivel de calle, los pintores comienzan a ser más conocidos a partir de la época del Renacimiento, y Miguel Ángel, Da Vinci o Rembrant han terminado por eclipsar a otros como Masaccio, Uccello o el propio

Giotto. Así que, dispuesta a darle el protagonismo que se merece, voy a dedicarle unas merecidas líneas.

Los datos fiables sobre la vida y obra de Giotto s

on más bien escasos. Parece ser que nació en Mugello, en 1277 según las crónicas de Vasari y en 1267 según otras fuentes. Cuentan que era pastor hasta que Cimabue lo descubrió y se lo llevó a su taller como aprendiz, con diez años. Años más tarde Giotto acompañaría a su maestro a San Francisco de Asís, cuando le encargaron las pinturas de la basílica superior, permaneciendo allí junto a otros ayudantes y compañeros de oficio cuando Cimabue abandonó Asís para atender otras obligaciones.

De esta época, entre 1290 y 1295, es El llanto sobre el cuerpo de Cristo muerto.

Ya el joven Giotto sentaría aquí las bases sobre las que desarrolló su obra posterior. Los personajes expresan su dolor sobre el cuerpo de Cristo: su madre abraza el cadáver, San Juan se inclina cogiéndole la mano y María Magdalena, de rodillas,

acaricia su pie con afecto. El pintor nos transmite perfectamente ese sentimiento que impregna la escena; los personajes no son rígidos y faltos de movilidad, sino que sus cuerpos están en movimiento, y sus caras y gestos reflejan angustia. Años más tarde Giotto volvería a pintar este mismo tema en Padua.

Foto: El llanto del Cristo mu

erto, (1290-1295)


Giotto utiliza su arte para narrar al pueblo escenas de la Biblia como si de un cine actual se tratase, pero, rompiendo con el esquema tradicional, involucra al espectador en la escena . Son muy característicos en él los ciclos narrativos, el primero de ellos también en la basílica de San Francisco de Asís, donde se narra la vida del santo. Pero son los frescos de la capilla de los Scrovegni en Padua los que se consideran como su primera obra maestra de la madurez. Se accede a la iglesia desde el oeste, donde solía figurar, y así también lo hizo Giotto, una representación del Juicio Final (1302-1305). Dios Juez domina la escena rodeado de un coro de ángeles; a ambos lados se sitúan los apóstoles, creando una línea imaginaria que divide la imagen en dos niveles: el celestial en el superior, con coros de ángeles y las puertas de color rojo dorado de la Jerusalén celestial; del otro lado, la representación del infierno en rojo y negro parece extraída de la Divina Comedia. Como era característico en la época, el donante de la obra, Scrovegni, aparece en la misma, arrodillado entregando a las tres Marías su iglesia.


El juicio final, (1302-1305)


Giotto se basó en las obras de los escultores góticos para poder dotar de volumen a sus figuras, redescubriendo el arte de cómo dar sensación de profundidad a una pintura. Su representación en la misma capilla de las personificaciones de las virtudes y los vicios parecen auténticas esculturas vivas de mármol

Las paredes de la capilla Scrovegni están también adornadas con un ciclo narrativo de frescos de Giotto, aunque algo menores en tamaño debido a sus características arquitectónicas. Las escenas están configuradas de manera que, como pinturas, adquieren un significado propio y, como conjunto, transmiten la necesidad de continuación de la historia. La acción se impulsa reproduciendo los mismos edificios en diferentes imágenes; así, en la primera del ciclo, “La expulsión de Joaquín del templo” aparece un templo cuya estructura arquitectónica se repetirá también en “La presentación en el templo”.



Estas repeticiones de situaciones espaciales no solo transmiten la idea de un flujo narrativo continuo, sino también, de manera especial, el correspondiente lugar de la acción. Y, como ejemplo claro del sentimiento que transmite Giotto a la escena y a los personajes, queda la mirada desconsolada de Joaquín al ser rechazado el pequeño cordero que lleva en sus manos para el sacrificio; o el pequeño niño Jesús, que patalea mientras le sostiene el sacerdote, dirigiendo su cuerpo y sus brazos hacia su madre, que extiende los suyos en un gesto puramente maternal.

Foto: La expulsión de Joaquín del templo (1302-1305)

Pero, además, las sombras y la perspectiva del dibujo están orientadas hacia quienes pasean por la nave principal, y adaptadas a su ángulo visual, produciéndose una relación inequívoca entre el espectador y la escena, donde el primero se siente partícipe de los hechos narrados, siendo ésta una de las características más revolucionarias de la pintura de Giotto.

Foto: La presentación de Jesús en el templo (1302-1305)


Fuera de los frescos, Giotto también desarrolló su arte en la pintura sobre tabla, y La Madonna Ognissanti, llamada así por la iglesia donde se encontraba originariamente, es un buen ejemplo de ello. La tabla, pintada con témpera sobre madera, ya fascina a primera vista por el imponente brillo de su pintura. El fino entramado de bordados dorados en los vestidos, las aureolas de los santos y ciertos elementos de adorno unen de una forma armónica el tono dorado del fondo y el conjunto de la representación.



Madonna Ognissanti (hacia 1305 o 1310)

El tema de la Maestà fue tratado por otros pintores de la época, como la Madonna Rucelai de Duccio di Buoninsegna y la Madonna S.Trinità de Cimabue, que actualmente se exponen junto a la de Giotto en la Galeria degli Ufizzi de Florencia. No obstante, Giotto transforma el tipo de representación de una manera decisiva, con una nueva solidez en la estructura del cuadro y en las relaciones espaciales. Una estructura arquitectónica en forma de trono dispuesta para dar una idea de perspectiva aloja a la Virgen con el Niño, realzándolos como personajes centrales, foco de las miradas de devoción de los ángeles y los santos que se encuentran a su alrededor. La naturalidad de los personajes los acerca a la realidad humana, pero sin empañar la solemnidad del momento. María mira hacia el exterior del cuadro, inclinando ligeramente la cabeza y sosteniendo al Niño con la mano izquierda; casi puede sentirse la finura del tejido transparente situado sobre su cabeza, y lo delicado de la suave tela de su vestido. Jesús, por su parte, dirige su mirada hacia la lejanía, levantando la mano en señal de bendición, en un gesto que constituye el eje central de toda la composición.

Lo cierto es que cuanto más leo sobre Giotto, más difícil me parece resumir su trabajo para esta entrada. Su fama de difundió por todas partes, y todas las novedades que él aportó fueron después utilizadas por pintores como Masaccio o Van Eyck. Con él comenzó la historia de los grandes artistas, aquéllos cuyo nombre les precedía.


BIBLIOGRAFÍA

ANNE MUELLER VON DER HAEGEN, Grandes maestros del arte italiano. Giotto. Könemann Verlagsgesellschaft mbH, Colonia, 1998

NORBERT WOLF Giotto di Bondone. La renovación de la pintura. Taschen, 2006

Visita a la exposición de CaixaForum en Madrid de la RETROSPECTIVA de la obra de Miquel Barceló.

Antes de comenzar la visita a la exposición hay un tema que es digno de resaltar, el observar el impresionante Jardín Vertical creado en la fachada de un edifico anexo al centro de exposiciones de CaixaForum en Madrid. Este tipo de “Muro Vegetal”, diseñado por el botánico francés Patrick Blanc, es el primero instalado en España y el mayor del mundo implantado sobre una fachada sin ningún tipo de huecos.

La exposición del artista mallorquín, Miquel Barceló, denominada “La solitude organisative” esta compuesta por 180 obras y muestra una retrospectiva de la obra del artista desde 1983 hasta 2009.

La muestra esta compuesta por piezas cerámicas y escultóricas, sin olvidar las acuarelas, dibujos, pósters, libros y cuadernos de viaje de toda la vida artística del pintor y escultor.
Jardín vertical CaixaForum

La exposición es realmente interesante y amena, ya que además de las citadas 180 obras, muestra fotografías de otros trabajos del artista, tales como el mural de cerámica que recubre las paredes de la capilla de San Pedro de la Catedral de Palma y la enorme Cúpula de la Sala XX de los Derechos Humanos en Ginebra, la misma ocupa 1.400 metros cuadrados y se emplearon más de 35.000 kilos de materiales.




A continuación muestro una de las obras expuestas: Le petit amour


VISITA EXPOSICIÓN TUTANKAMÓN, LA TUMBA Y SUS TESOROS



Mascara de Tutankamón

Me ha causado una profunda decepción la exposición sobre la tumba de Tutankamón, ubicada en los pabellones de IFEMA de la Casa Campo de Madrid.

La decepción, muy posiblemente, este producida por la sensación de observar algo que a priori se sabe que no es autentico, solo una replica. También influyo el ambiente lúdico festivo producido por una cantidad inmensa de niños que deambulaban descontrolados por las salas.

Una vez expuestas mis sensaciones (tal vez demasiado negativas) en relación con la exposición, y tratando de ser objetivo he de admitir que las reproducciones que se exhiben están muy bien realizadas, solamente la mascara no refleja todo el esplendor de la original, la cual tuve la oportunidad de contemplar hace años.

La exposición se compone de una reproducción de las tres cámaras funerarias del faraón Tutankamón, con idénticas dimensiones, tal y como fueron encontradas por Howard Carter en 1922. Así mismo se exhiben más de mil piezas (reproducciones) de los tesoros encontrados en la tumba. Entre estas piezas se pueden distinguir joyas, amuletos, cofres, armas e instrumentos musicales.

Durante todo el recorrido la exposición dispone de sistemas multimedia que informan continuamente de la cultura y forma de vida de los antiguos egipcios y cortometrajes sobre la vida del faraón.

La exposición se puede seguir a través de las guías audiovisuales que facilitan a la entrada de la misma.

sábado, 8 de enero de 2011

PINTURA HOLANDESA Y FLAMENCA. SIGLO DE ORO. Städel Museum. Exposición Museo Guggenheim. Bilbao

PINTURA HOLANDESA Y FLAMENCA. SIGLO DE ORO- STÄDEL MUSEUM
Exposición en el Museo Guggenheim de Bilbao.

El banquero de Frankfurt Johann Friedrich Städel, fue un gran coleccionista de arte, que tras su muerte sin descendientes en 1816, donó su gran fortuna y su colección, a esa ciudad, bajo la forma de creación de un Instituto de Arte que llevara su nombre. La colección la constituían alrededor de quinientos cuadros y dibujos, en la que predominaban retratos, paisajes y pinturas de género. Firme partidario de las ideas de la Ilustración, pretendía que esta donación debía utilizarse como material de estudio para los nuevos artistas y para educación estética de la ciudadanía en general. En sus cláusulas testamentarias admitía la posibilidad de venta de algunas de estas obras, para lograr adquirir otras de mayor relevancia artística. Este derecho se utilizó ampliamente por los órganos rectores de esta institución y así en la actualidad solo quedan unas setenta obras, consideradas piezas maestras y únicas, de la colección original. Esta ha ido desarrollándose y aumentando en los últimos doscientos años, mediante donaciones y regalos de prohombres de la ciudad y adquisiciones posteriores, constituyéndose finalmente en el denominado Städel Museum. Se ha reunido así una magnífica colección de arte, que representa una panorámica general de la pintura de las diferentes escuelas centroeuropeas (holandesa y alemana fundamentalmente), desde finales de la Edad Media hasta el presente.

La colección de autores holandeses reunida por este museo de la época conocida como La Edad de Oro de la Pintura Holandesa y Flamenca, es excepcional. La temática presente, muy al gusto de la sociedad protestante y mercantil, surgida tras su independencia de la España de los Habsburgo, revela unas orientaciones totalmente diferentes a las hasta entonces dominantes en el mundo artístico. Esta nueva sociedad burguesa emergente, con su acendrado puritanismo y su espíritu austero y moralizante, estaba muy alejada de la pompa exuberante de los meridionales, que dominaba en esa época. Así, esta actitud vital aparece reflejada en su gusto por una estética artística que configura una reproducción idealizada de su propia realidad.

La Reforma protestante arrasó con las representaciones pictóricas religiosas y mitológicas previas. La adecuación de los artistas a las nuevas corrientes ideológicas hizo que realizaran un uso muy específico de las representaciones históricas o bíblicas, siempre procurando que tuvieran un claro y exclusivo significado alegórico, simbólico o moral. Los artistas holandeses respondieron a esta evolución desarrollando además unas líneas novedosas, como fueron la de los retratos, bien personales o en grupo, así como la variedad de los paisajes, descubriendo con ello los atractivos de la llanura holandesa y del mar, frente a la concepción italianizante preciosista imperante. Especial interés presenta la original y específica estética de las naturalezas muertas, también surgida en este momento, con su exposición de contrastes y elementos exóticos, bienes de lujo obtenidos merced al comercio tan floreciente de la Compañía de Indias. Ello permitía, además del gozo estético, una exaltación de las virtudes y la pujanza de la sociedad holandesa, que había logrado finalmente tan arduamente su independencia.

La Exposición recoge cuadros de esta denominada Época Dorada de la Pintura Holandesa, que podemos agrupar en cinco temas:


Historia y Alegoría:
Hoogstraten, pintor de la escuela de Rembrandt, recogió en sus escritos la idea dominante por entonces en el mundo artístico, de que existía una jerarquía de temas en los cuadros, que clasificaba las obras según la importancia del tema que representaba. En ella ocupaba la máxima categoría los temas históricos, ya que, según su concepción, el artista que la trabajase debía ser además un hombre cultivado, que dominase el latín y el griego. Solo así, tras la cuidadosa lectura de los textos, podría comprender una escena y sería capaz de plasmarla adecuadamente en un cuadro. Hacía especial hincapié en que era especialmente conveniente una correcta reproducción de la escena, con sus personajes mostrando sus emociones y anhelos más nobles. También el escenario debía ser minuciosamente estructurado, para que el espectador pudiera comprender correctamente lo representado.
Precisaría para ello dominar simultáneamente la técnica paisajística, la del retrato y la de la descripción de los objetos presentes, además del desarrollo del tema central representado, por lo que para este autor la pintura histórica era la que reunía la totalidad de las peculiaridades artísticas y por tanto era superior a todos los restantes géneros.
En la reciente nación holandesa se pintaron algunos episodios mitológicos y también cuadros bíblicos, con escenas pertenecientes al Antiguo Testamento, en una probable sintonía comparativa sobre su reciente liberación, semejando a la siempre anhelada por el pueblo de Israel.

Los más destacados:
- El Incedio de Troya, de Blomaert.
- Antes del Diluvio, de Van Mander.
- La Burla de Latona, de Brueghel “el Viejo”.
- Pablo y Bernabé en Listria, de Van Stalbemt.
- La Muerte de Pocris, de Linsen.
- David Toca el Arpa para Saúl, de Rembrandt.
- Martirio de San Lorenzo, de Breenbergh.
- Moisés Hace Brotar el Agua de la Roca, de Steen.




David Toca el Arpa para Saúl, de Rembrandt.

Retratos:
Estos eran un negocio seguro para los artistas y cumplían una función social, tanto en el ámbito exclusivamente familiar, como en su representación en la sociedad. Era habitual su encargo con objeto de destacar un cargo del figurante o su pertenencia a una determinada corporación municipal o profesional.
Los pintores representan así a los ciudadanos de la clase media, comerciantes acomodados, con vestimentas austeras y negras, sin ningún elemento de lujo adicional y con un fondo indeterminado, de rasgos tenebristas. Llegaron a crear imágenes auténticamente “vivas”, cuyo valor supera sobradamente el recuerdo individual de esas personas.
La mayoría de ellos se realizan en un perfil de tres cuartos, ya que así se reúnen las ventajas de las vistas frontal y de perfil, mostrando los ojos pero también la figura característica, lo que facilita aún más la identificación de la persona. La representación podía abarcar desde solo el busto al cuerpo entero, variando con ello el formato del cuadro

Entre los más reseñables:
- Retrato de Maertgen van Bilderbeecq, de Rembrandt.
- Retratos de Hombre y Mujer (2), de Hals.
- Retrato de una Mujer Sentada en una Butaca, de Vernspronk.
- Retrato de un Joven, de Bol.
- Retrato de una Mujer, de Van der Helst.
- Retrato de Sir John Hebbdon, de Bol.
- Retrato de Isaac Commelin, de Van der Eeckhout.
- Retrato de una Mujer con Vestido Negro, de Maes.






Retrato de una Mujer Sentada en una Butaca, de Verspronk.

Género e Interior:
Temática en la que se incluyen representaciones de ambientes cotidianos y cercanos, con gente sencilla: campesinos, escenas domésticas apacibles, de taberna, con personas bebiendo bailando o actividades artesanales varias. En todos ellos se recogen personajes intrascendentes, representados en acción.
Con ello los artistas no tenían que recurrir a su imaginación para recrear mitos históricos, bíblicos o literarios. En este género los pintores holandeses nos sorprenden por su libertad, originalidad y frescura, trasmitiéndonos con sus imágenes los valores y condiciones de vida de esa sociedad.
Esta representación cercana a la realidad fue una novedad de la pintura holandesa, que fue muy apreciada en los siglos posteriores.

Los más interesantes:
- Joven Cantante, de Van Baburen.
- Grupo Tocando música, de Codde.
- Dos Campesinos Fumando, de Teniers “el Joven”.
- Interior de un Pajar, de Van Ostade.
- La Operación de la Espalda, de Brouwer.
- Kermés en un Pueblo, de Van Stalbemt.
- Dama con Copa de Vino, de Ter Borch.
- Escena de Taberna, de Bega.
- El Alquimista, de Steen.




El Alquimista, de Jan Steen.

Paisaje y Topografía:
Los pintores holandeses supieron captar la sosegada belleza de sus paisajes, con sencillas escenas naturales o sus estudios sobre los efectos de la luz y las sombras sobre los árboles al atardecer. Asimismo lograron representar la atmósfera del mar con medios sencillos y modestos y fueron los primeros en descubrir la belleza del cielo con sus tonalidades diversas de nubes aborrascadas. Dunas, colinas, paisajes invernales, boscosos o fluviales, pero también costas y naves, en mares calmosos o encrespados. En sus obras figuran en primer plano trigales, molinos de agua o de viento, esclusas, puentes o caminos.
Destacables:
- Vista de Amberes con el Escalda Helado, de Van Valckenborch.
- Paisaje junto a Tívoli, de Bril.
- Paisaje de un Pueblo con Iglesia, de Savery.
- Paisaje de Bosque con Figuras, de Brueghel “el Viejo”.
- Calle de un Pueblo, de Van Goyen.
- Camino Rural con Casa de Labranza, de Van Goyen.
- Paisaje Fluvial con Puente, de Cuyp.
- Mar Gruesa, de Porcellis.
- Bosque con Cascada, de Van Ruisdael.
- Mar de Haarlem, de Von Ruisdael.
- Paisaje Invernal en Harlem, Van Ruisdael.





Mar de Haarlem, de Von Ruisdael.


Naturaleza Muerta:
Fue la rama más especializada del arte holandés. Flores y frutos de diversas tonalidades y superficies con distintas reflejos de la luz, jarras de vidrio o de metal bruñido, porcelanas, tapices o animales, fueron elementos que entraban en la combinación elegida por el artista. Reflejar tan diferentes texturas y matices fue un amplio campo de experimentación, en el que lograron sorprendentes resultados al recoger con maestría el efecto de la misma luz sobre diferentes objetos y lograr la combinación de tonalidades hasta lograr un correcto equilibrio en la composición del cuadro.

Los más representativos:
- Ramo de Flores en un Jarrón de Vidrio, de Brueghel “el Viejo”
- Vanitas, de Willebeeck.
- Bodegón de Frutas y Pastel, de Heem.




Bodegón de Frutas y Pastel, de Heem.

- Bodegón con Frutas, de Mignón.
- Bodegón Suntuario, de Kalf.
- Ramo de Flores en Vasija de Vidrio, de Ruysch.
- Bodegón con Frutas, de Loeding.

BIBLIOGRAFIA
1. La Edad de Oro de la Pintura Holandesa y Flamenca del Städel Museum. Guggenheim . Bilbao. Fundación BBVA
2. La Historia del Arte. E.H. Gombrich. Ed. Phaidon. 2010.
3. Guía Visual de Pintura y Arquitectura. El País. Aguilar. 1997.
4. Artcyclopedia.Internet.

CARPACCIO. San Jerónimo en su Celda


He vuelto a ojear estos días un libro monográfico que me regalaron hace unos años sobre Carpaccio, con unas reproducciones de una calidad maravillosa, y como otras veces, me he vuelto a detener en un cuadro de este autor que siempre me ha llamado poderosamente la atención. He pensado que su inclusión y comentario podría tener cabida en este Blog del Arte. Se trata del denominado “San Jerónimo en su Celda”, integrante de una trilogía que relata la vida del santo y que se continúa con: “San Jerónimo y el Milagro del León” y “La Muerte de San Jerónimo”, situados en la “Scuola degli Schiavoni” de Venecia.
El libro está en francés y me he permitido traducirlo -espero que correctamente-manteniendo la estricta sintaxis del texto, pues creo que es muy acertado e instructivo.
Yo también querría después añadir algún comentario sobre él, no con ánimo de apostillar al autor (¡Dios me libre!), sino por que creo que es obligado dejar constancia de las propias impresiones y más en este caso, ya que se trata de un ejercicio sobre arte.

“San Jerónimo en su Celda” en:
CARPACCIO
Étude Biographique et Critique par Terisio Pignatti
Editions D’Art Albert Skira. Genève. 1958

“El cuadro representa al santo en su celda, sumergido en la traducción de las Escrituras. La luz oblicua que viene de las ventanas ilumina una habitación ricamente amueblada. Al fondo está instalado un altar, como un pequeño oratorio privado, al gusto del Quatroccento; se ve también una estantería llena de libros y una balda con estatuillas alineadas contra el muro y un pequeño trono con su oratorio.
En el primer plano se encuentra el pupitre del santo, sobre la mesa y el banco, recubiertos por un tejido verde fijado por remaches dorados, están colocados manuscritos y objetos: tijeras, concha de pulir, campanilla, tintero y la esfera armilar.
Sentado delante de tres libros abiertos uno sobre otro, el santo toma notas y acaba de interrumpirse como si buscase una palabra: imagen serena, apacible, tomada de la vida del sabio, de investigador infatigable de todos los tiempos. Pero también simboliza el humanismo con el cual Venecia estaba por otra parte familiarizada, ese humanismo al cual se deben tantos comentaristas de la filosofía neo-platónica, de los clásicos griegos y que nos ha dado los primeros tipógrafos, los jóvenes intelectuales que frecuentaban el Estadium de Padua, los eruditos amantes de antigüedades y de pintura contemporánea –flamenca tanto como la veneciana.



Se ha insinuado que el personaje de San Jerónimo podría ser el retrato del Cardenal Bessarion, primer protector de la Scuola degli Schavioni; no sería extraño en efecto que Carpaccio, espíritu humanista, haya querido evocar aquí esta figura y hacerla eterna en el mundo encantado de la poesía.

La originalidad iconográfica de este cuadro es evidente; esta representación es única en la historia de la pintura veneciana por la excepcional riqueza de detalles, el paciente análisis de los objetos, de los cuales cada uno se convierte en un símbolo visual, una forma pura y perfecta. Digamos de inmediato la sensación de maravilla que nos produce, que alegría es para los ojos cuando se intenta descubrir los secretos de todos esos objetos reunidos por el pintor. Se tienen inmediatamente ganas de contar el número de volúmenes en la estantería; son cuarenta, encuadernados en cuero marroquín rojo y verde, en cuero marrón o en pergamino de marfil; y se desearía poder girar el facistol del fondo de la celda, para saber cual es el cuarto libro.
La puerta de ese rincón tiene una cerradura y los dos antifonarios tiene su sombra proyectada, como también el perro maltés, que es con el santo la sola nota viva en ese silencio que asemeja a un acuario. Peludo y brillante en la luz, el pequeño animal permanece perfectamente inmóvil y parece seguir el juego del polvo que baila en la claridad de la ventana, que uno imagina abriéndose sobre las aguas espejeantes de un canal veneciano.
Se desearía poseer todos estos objetos de aspecto tan verdadero y acogedor, esa mesa o esa butaca de cuero rojo con el oratorio. Cuantos de entre nosotros no han intentado descifrar las páginas de música abiertas al pie de la mesa del célebre reformador de la liturgia musical. Se trata, nos lo dice Ludwig-Molmenti, de una página bastante austera para dos tenores y un bajo y de una página más ligera y más dulce para soprano, bajo y tenor.



La descripción podría así continuar hasta el infinito, con este juego de imágenes, con esta suerte de ejercicio de paciencia que el pintor construyó desplegando una maravillosa habilidad. Nadie en Venecia se aventuró en este territorio, pues era una manera que la joven generación, la de Giorgione, tildaba de “flamenca”. Nosotros mismos por otra parte, para encontrar el recorrido de esta pintura debemos remontarnos hasta Van Eyck, que Carpaccio sin duda pudo ver en las colecciones venecianas o en la corte de Ferrara, tan familiar a los pintores flamencos.

En este cuadro, las líneas de la perspectiva confluyen en un punto situado detrás de la figura del santo, desplazado hacia la derecha y coincidente – si se les superpone en trasparencias- con la mano derecha del santo. Es en este gesto de reflexión del viejo sabio, que se para un instante antes de recomenzar a escribir, donde se fija la mirada y es en esta mano levantada – como la de un director de orquesta que, por un instante, mantiene la música en suspenso y concentra la completa atención del auditorio- donde se sitúa el punto esencial del cuadro. La construcción racional de las formas coincide entonces de nuevo con la búsqueda de la mayor intensidad del relato, que viene a continuación a armonizar el feliz reparto de los colores en el espacio.”

Comentario personal:
Si me detengo a pensar por que me llama tanto la atención este cuadro, si me acerco a él con los “ojos limpios”, la primera sensación que me surge es su alegría y luminosidad, su claridad y limpieza. Es un cuadro alegre no hay duda, fundamentalmente por la luz, que penetrando por los amplios ventanales, lo inunda todo. La posición de las sombras induce a pensar en una mañana de sol radiante. En la estancia todo es claro, no hay nada que no esté plenamente iluminado, ni siquiera en media penumbra, salvo parte del suelo. Esto le da una extraordinaria nitidez a la multitud de objetos representados en la estancia, acentuada por sus acusados perfiles y el extraordinario detallismo característico de la obra de Carpaccio.
La segunda cosa que me atrae poderosamente del cuadro, son los colores. Ese verde maravilloso que domina la composición en diversos tonos, actuando los detalles de rojo como contrapunto, son para mí enormemente atractivos.
Sobre la minuciosidad desplegada por el artista, ya nos ha ilustrado convenientemente el texto anterior. (Es una lástima que no pueda incluir en este trabajo las ampliaciones que el libro trae de la estantería y el cuarto del fondo, pues solo se pueden subir imágenes con su URL correspondiente). Merece la pena hacerse con una lupa y efectuar un recorrido lento por los objetos de la mesa, las estanterías o la habitación del fondo, que es un auténtico cuarto de tesoros, con astrolabios y otros instrumentos de medición arrumbados por la ciencia. Nuestra curiosidad no se sacia nunca. ¿Es posible incluso leer las partituras y describirlas? Si no me lo dicen, nunca lo hubiera creído.
Ahora me percato que casi ni me había fijado en San Jerónimo. Dado su estatismo parece un “objeto” más del conjunto. El santo y el perro parecen poder permanecer así indefinidamente.
Me ha parecido muy valiosa y poética la descripción que se hace en el texto del libro sobre la importancia de su mano derecha, y debo reconocer humildemente que ni me había fijado en ella. Creo que acompaña magistralmente al instante de reflexión del santo y uno puede llegar a imaginarse que mirando la escena, podrá asistir al momento en que el santo halle finalmente la palabra que estaba buscando y que todo vuelva a la vida, él comience de nuevo a escribir, el perrillo se agite complacido e incluso nos lleguen desde lejos las voces de algunos gondoleros cercanos.

En el cuadro, aparte de las líneas de la perspectiva descritas, que llevan hacia atrás, en mi opinión existen otras motivadas por la luz de las ventanas que lo cruzan en diagonal, desde el margen superior derecho al inferior izquierdo, lo que creo que realza la geometría de la escena.
La composición es cuidadosa y equilibrada, pues el atestado cuarto del fondo, la estantería lateral, la luminosidad del suelo e incluso el perrito, compensan la acumulación de elementos alrededor de la figura del santo, que es lo que atrae inicialmente nuestra mirada.
Por tanto, según yo lo veo, el cuadro tiene alegría, luminosidad, cromatismo, vivacidad a pesar de su estatismo inducido, equilibrio... Sin embargo la escena tiene algo de artificiosa e irreal. ¿Cabe imaginarse así la celda de trabajo de un estudioso?¿Es éste un ambiente propicio para ello? ¿No es de un tamaño absolutamente desproporcionado como gabinete de estudio? ¿Qué pinta el perro en un lugar de recogimiento y concentración?¿No existe algo raro en la apariencia de la estantería de los libros? Yo creo que estos toques de irrealidad, junto con los aspectos positivos descritos, se aúnan en mí produciéndome la atracción que su visión me suscita.

Vittore Scarpazza “Carpaccio” (1460-1525/1526), fue un maestro veneciano, puente de unión entre los artistas tempranos como Jacobello del Fiore y pintores clásicos como Giorgione o Ticiano, que habitualmente trabajaba sobre la vida de los santos. Su obra más extensa y famosa es “la Vida de Santa Úrsula” (nueve pinturas), así como otras series sobre: La vida de la Virgen, San Esteban, San Jerónimo (a la que pertenece este cuadro) y San Jorge.
En el desarrollo de sus obras introduce multitud de figuras y elementos arquitectónicos, con un alto grado de detallismo, dentro del más puro ambiente de la corte veneciana. La atmósfera y perspectivas que crea nos traslada a la ciudad de los canales, en el exquisito mundo de la República Serenísima. Su peculiar estilo lo convierte en el artista que mejor logró reproducir el encanto incomparable de la ciudad de Venecia, en la cúspide de la gloria y el poder, mostrando en sus cuadros el orgullo cívico de sus ciudadanos. Fue el más autentico veneciano de todos los pintores de Venecia, largamente apreciado después por Guardi y Canaleto. También fue el más oriental de ellos, en su obra abundan los ropajes de influencia otomana. Se desconoce si viajó a Constantinopla en algún momento de su vida.

En su obra se intuye la probable influencia de Bellini por la narrativa, de Antonello de Messina por su sentido del espacio, de Alvise Vivarini por el uso preciso de la luz, de los dibujos tan perfilados de Ferrarese y por el temprano arte flamenco de van Eyck, con el que desarrolló su acentuado detallismo. Le influyó Mantegna, como a todos los venecianos de su época y en arquitectura Lombardi. Todo ello es lo que Carpaccio aglutina y le da un toque final suyo tan personal.
La mayoría de sus mejores trabajos quedaron en Venecia y su arte fue minusvalorado respecto a otros contemporáneos como Bellini y Giorgione. Lejos de ejercer una función de enlace con la siguiente generación, demuestra un sentido retroactivo de la fantasía, más propio de los romances medievales.
Fue el primer pintor de paisajes de esta ciudad que gozó de gran popularidad y tradición posterior. Su figura fue recuperada por el crítico británico John Ruskin en el siglo XIX, quien “admiró la precisión en el estudio de la arquitectura y la luminosidad en la representación de la atmósfera presente en sus creaciones”.


BIBLIOGRAFIA
1. CARPACCIO. Étude Biographique et Critique. Terisio Pignati. Editions D’Art Albert Skira. Genéve. 1958
2. EL RENACIMIENTO MERIDIONAL. Italia 1460-1500. André Chastel. Ed. Aguilar. 1965

jueves, 6 de enero de 2011

¡ Feliz 2011 desde Roma !


Hacía diez años que no visitaba Roma. La última vez fue poco después de que naciera mi hijo Alex y ahora, hemos tenido la oportunidad de ir toda la familia. Ha sido un viaje preparado con muchas ganas y disfrutado y aprovechado al máximo. En tres días, con el mapa en el bolsillo, la cámara al hombro y zapatos cómodos nos hemos recorrido los monumentos más importantes de la ciudad. Y... ¿que os puedo decir? Roma siempre es fascinante por su grandiosidad y su historia pero este viaje ha sido especial porque buscaba todo lo que hemos ido estudiando durante el curso y además al ir con los niños y ver en sus ojos la sorpresa y las ganas de que les contáramos "más cosas de los romanos", la experiencia ha sido estupenda.


Se hace un poco raro ver el Coliseo rodeado de coches y sobre todo de tantísima gente esperando para entrar pero, puede más el peso de la historia. El sol también nos regaló una vista impresionante del anfiteatro romano. Me fijé bien en los tres estilos utilizados en cada uno de los pisos: El primer piso es dórico, el segundo es jónico y el tercero de columnas corintias.


Aunque entramos en muchas iglesias, esta es una de las que más me impresionó (aunque es muy difícil elegir). Se trata de Santa María en Trastevere. Como muchos de los templos de Roma, Santa María "aparece" entre callejuelas estrechas y pintorescas de un barrio popular. Te sorprende. Es la iglesia más antigua de la ciudad donde se celebró la primera misa católica. Nació en el siglo III por un encargo del Papa Calixto. El exterior, además de un mosaico en la fachada, cuenta con un campanario románico que le da al conjunto un aire medieval. El interior es impactante. Un enorme mosaico bizantino ocupa todo el frontal, detrás del altar. Iluminado resulta muy hermoso.


Aquí me tenéis con mis hijos, escuchando la explicación de Laocoonte y sus hijos. Para entrar en los Museos Vaticanos nos tuvimos que armar de paciencia. Las colas eran enormes pero no podíamos dejar de verlo. Una vez que entras te asombra la cantidad de obras de arte que se encuentran en este museo, el poder de la Iglesia Católica a través del tiempo también se percibe. Pero volviendo a Lacoonte y sus hijos, la impresión que uno tiene cuando ve la obra al natural es diferente a lo estudiado. Cambian las proporciones (me imaginaba el conjunto más grande) y por supuesto que al estar delante de la obra artística te envuelve toda su historia, aprendes sin darte cuenta y te surge una curiosidad imparable.

Dicen que Santa María Maggiore es después de la Basílica de San Pedro, la iglesia más bonita de Roma. Fue fundada en el siglo IV y conserva la primitiva planta Basílica.



Pudimos ver por supuesto la Capilla Sixtina con la maravillosa obra de Miguel Ángel y las Estancias de Rafael. Me gustó, sin embargo, encontrarme con La ninfa Galatea de Rafael. No tenía pensado ir a Villa Farnesina pero una vez más, callejeando fuimos a dar con ella y me encantó. No contaba con que el fresco estuviera ocupando solo un pequeño espacio en una enorme habitación. Y desde luego, los colores no son tan brillantes como debieron ser pero la belleza de la obra es evidente.

Aquí os dejo un recuerdo de un fin de semana fantástico.