Hoy 14 de mayo de 2010, después de llevar viviendomás de dos años en la ciudad holandesa de La Haya, me he decidido a visitar por fin el Mauritshuis Museum. Sí, lo sé, es algo imperdonable pero como dice el sabio refranero español “más vale tarde que nunca”. Un pequeño palacio del siglo XVII alberga este museo de arte. El edificio se encuentra muy cerca del Binnenhof, actual sede del parlamento holandés, así como en las proximidades de un hermoso lago. El museo, privatizado en el año 1995, ofrece una más que respetable colección de pinturas correspondientes a los artistas de la Edad de Oro de la pintura holandesa así como pinturas correspondientes a otros periodos de la pintura flamenca y holandesa. Aquel que se decida a visitarlo podrá contemplar obras de Rembrandt, Rubens, Vermeer, Van Dyck, Roger van der Weyden, Jan Steen o Frans Halls. Las pinturas se encuentran distribuidas en varias salas de las dos plantas que tiene el edificio. El tamaño del edificio no es muy grande por lo que el visitante no se sentirá agobiado ni abrumado por una exposición ingente de obras de arte. Me gustaría hacer referencia, brevemente, a tres obras que me han llamado especialmente la atención. La primera, como no podía ser de otra manera, es la famosísima obra de Jan Vermeer: “La joven de la perla”. De esta obra sorprenden sus reducidas dimensiones, la sencillez de su temática, el oscuro fondo de la representación y su contraste con la blanca piel de la joven y los vivos colores de su atuendo. Había leído varias descripciones de esta pintura y todas ellas coincidían en señalar que la joven interactúa con el espectador al mirarlo directamente y al abrir ligeramente la boca; algo que he tenido la oportunidad de comprobar que es totalmente cierto. Tal vez lo que más me ha gustado es ver como una representación tan simple puede proyectar tanta fuerza.
El segundo de los cuadros que me gustaría mencionar pertenece también a Vermeer y lleva por título “La vista de Delft”. Delft es una pequeña ciudad situada a unos quince kilómetros de La Haya. Esta pintoresca ciudad es famosa, sobretodo, por haber visto nacer a Jan Vermeer. Al margen de consideraciones técnicas, me parece que Vermeer refleja a la perfección en este cuadro, uno de esos días en los que el sol decide hacer acto de presencia en la gris Holanda. Llevo dos años y medio viviendo en Holanda y cuando he entrado en la sala y me he topado de frente con este cuadro, he establecido un paralelismo inmediato con la percepción de los colores, las sobras, las texturas, la luz y, en definitiva, con las sensaciones que me producen los escasos soleados días de Holanda.
La tercera y última obra a la que me gustaría hacer referencia es una obra que hasta el día de hoy no conocía. Es una obra de Rubens titulada “anciana y niño con velas”. Sobran los comentarios sobre la maestría de Rubens en el manejo de las luces y las sombras en este cuadro. En esta obra la vejez, magistralmente representada, y la infancia se presentan al espectador con una ternura que no puede dejar a nadie indiferente. En este museo el espectador también podrá contemplar la famosa “lección de anatomía” de Rembrandt o su famoso autorretrato. Por último, me gustaría referirme a una pequeña sala del museo en el que se exponen numerosos cuadros con representaciones de gabinetes de pintura de los siglos XVII. A través de estos cuadros el espectador podrá formarse una idea bastante precisa de cómo eran los “antiguos museos” y de cómo se disponían las obras en las paredes de estos gabinetes, una disposición que nada tiene que ver con la actual disposición de las obras de arte en los museos de hoy en día. En definitiva, el Maurithuis Museum bien merece una visita.
Muchas gracias, Alberto, por contarnos tu experiencia en el Maurithuis Museum de la Haya que visité hace más de diez años y me gustó tanto como a ti. El momento es muy oportuno, además, ya que estamos estudiando ahora el siglo XVII. Me gustaría relacionar lo que mencionas sobre la "Joven de la perla" de Vermeer con toda una teoría del retrato difundida desde principios del siglo XVII que perseguía captar la inmediatez del personaje retratado, en el acto de mantener una conversación con el artista. Fueron conocidos en la época como "ritratti parlanti" y los cultivaron grandes genios como Bernini, tanto en el terreno de la pintura como en el de la escultura. Precisamente visité una exposición sobre este género de retratos en el Museo Bargello de Florencia el año pasado.
ResponderEliminarMe gustaría, por último, preguntarte a ti o al resto de la clase qué principales diferencias aprecias entre la pintura de Vermeer y la de Rubens, por citar a los dos artistas que más te han llamado la atención en tu visita.
¡Un saludo!
Diana Carrió-Invernizzi
Pues si tuviese que decir una diferencia significativa apuntaría probablemente las temáticas o las representaciones tan diferentes de uno y otro. Los cuadros de Rubens, aunque no es el caso del cuadro que he elegido, suelen mostrar composiciones mitológicas o religiosas de gran tamaño con numerosos personajes. Por el contrario, Jan Vermeer prefirió representar personajes de la vida típica holandesa. Algo que por cierto será retomado por pintores posteriores como Jean Baptiste Simeón Chardin que también se inclinarán por la representación de escenas sencillas de gentes corrientes.
ResponderEliminarEfectivamente, Alberto, esta es una diferencia importante entre ambos pintores. Pero ello tiene que ver, además, con los clientes. Rubens, desde su formación en Amberes, en los Países Bajos españoles, se movió entre mecenas católicos, no sólo en Flandes, sino también en las principales cortes europeas, pues como sabes, además de pintor, fue diplomático. A Vermeer, en cambio, debemos situarle en la órbita de la Holanda protestante, donde los clientes exigieron otros temas, entre ellos el paisaje, el bodegón o las escenas cotidianas burguesas.
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