-Por Guillermo Rosés
Si durante la Edad Media, se había atribuido a la pintura religiosa una función didáctica con la que extender el conocimiento de las Sagradas Escrituras a los iletrados y con ello fomentar el cultivo de la fe, el belga Rubens supo hacer un uso alternativo de la imagen para las relaciones internacionales, aprovechando las oportunidades que le brindó la época en la que vivió, el Barroco, y de sus circunstancias y conflictos, uniendo a su talento artístico, un específico interés comunicativo de la obra.
De espíritu inquieto, políglota, de carácter afable, coleccionista de cuadros, esculturas y libros y viajero que frecuentó las cortes europeas recibiendo encargos de ellas, pintor favorito de Felipe IV, llevó en no pocas ocasiones la mitología a la escena de sus cuadros, con un afán de representación simbólica.
Sin afiliación a ninguna escuela concreta, permaneció fiel a su idea de que en pintura, uno se debía dejar guiar por el impulso de sus propios gustos, lo que le impidió reducir su actividad a una sola temática o especialidad concreta, interesándose además de por la mitología, por los temas religiosos, por los paisajes y por dos cuestiones de gran importancia: la historia y el retrato, motivos estos que unidos a su desempeño como diplomático al servicio de nuestra Monarquía, nos ayudan a desentrañar la capacidad del maestro para intervenir en los entresijos de la diplomacia europea del momento.
Rubens, que había bebido en su juventud de las fuentes del arte italiano más sobresaliente del comienzo del XVII –Carracci y Caravaggio-, fue reconocido en Flandes como indiscutible maestro a su regreso de Italia, cuando contando con treinta y un años, comenzó a mostrar en esa parte de Europa su particular modo de trasladar al lienzo el tratamiento de la luz, los colores y el movimiento tan característico de su pintura.
Con esta ambiciosa exposición de El Prado, quienes residamos en Madrid o podamos visitar estos días la ciudad, tenemos al alcance de la mano la oportunidad de comprobar su versatilidad y su desenvoltura en el trazo y uso de la luces, ocasión que por su atractivo no debemos dejar escapar.
Hola! He visitado la guía virtual de la exposición que ofrece El Prado como preparación a la visita real del viernes, y os la recomiendo a todos, sobre todo a los que no os podéis acercar al Museo.
ResponderEliminarAyer fuimos a la exposición con Diana y fue una experiencia genial. Muchas gracias, Diana! Fue una verdadera clase magistral en vivo y espero que podamos repetirla pronto.
ResponderEliminarBea
Gracias, Bea. La verdad es que lo pasamos fenomenal. ¡Esperemos que os podáis sumar los demás la próxima vez! Me encantó compartir esa tarde de museo con vosotros.
ResponderEliminarLa exposición nos permitió repensar la figura de Rubens: las influencias que recibió del arte italiano, de la escultura clásica, de Tiziano, de los grandes maestros que le precedieron y a quienes copió incansablemente. Nos permitió entender el proceso creativo de los genios del barroco, para quienes no suponía ningún problema copiar a otros artistas, rodearse de colaboradores, trabajar en equipo con Snyders, de Vos, Jan Brueghel...
Muchas gracias a todos,
Diana Carrió-Invernizzi
Sí, fue una experiencia muy viva para nuestros sentidos, a la que no puede igualarse la de un un museo virtual, en la que por cierto la colaboración con Jan Brueghel en los cuadros de los Cinco Sentidos (mis preferidos) nos mostró a un Rubens polifacético y versátil que nada tiene que ver con su estereotipada imagen de las Tres Gracias. Diana nos enseñó mucho este viernes. Gracias.
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